La Fundación Isabel Gemio y su cena solidaria.
25.02.2024
- Enfermedades raras
Antes de responderte, me gustaría poner la cuestión en contexto para entender lo que hacemos. Trabajo en el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA), un centro perteneciente al Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), que recientemente hemos sido integrados en el CSIC. Antes éramos un organismo público de investigación independiente y ahora estamos integrados allí desde el 1 de abril. Nos encontramos en transición. En el CISA desarrollamos tecnologías e investigamos con patógenos, principalmente virus, de relevancia en sanidad animal. También trabajamos con patógenos zoonóticos que tienen una gran repercusión sanitaria. Tenemos instalaciones de alta seguridad biológica para poder trabajar con estos patógenos de forma segura, sin ser un riesgo para nuestras especies animales o para nosotros mismos en el caso de las zoonosis. La mayoría de ellos producen enfermedades de declaración obligatoria a la OIE, homóloga en sanidad animal a la OMS. Si entraran en nuestro país, tendrían un alto impacto sanitario y económico en nuestros sectores productivos. No sólo porque producen enfermedad y mortalidad en las especies animales que afectan, sino también a nivel comercial y económico porque implican inmovilización y/o sacrificio de animales, cierre de comercio internacional y una serie de consecuencias de mucho coste económico y sanitario. Por ejemplo el virus de fiebre aftosa, que se transmite por aerosoles como el SARS-CoV-2, requiere de unas condiciones de trabajo muy estrictas siendo el CISA uno de los dos únicos laboratorios autorizados en España. A su vez también estamos autorizados a trabajar con patógenos zoonóticos, como por ejemplo el SARS-CoV-2 ahora mismo, el virus de la fiebre del valle del Rift o el virus de West Nile, que el año pasado causó la muerte a varias personas en Andalucía, en el mayor brote ocurrido en nuestro país hasta la fecha. Todo esto a nivel general. Particularmente, yo pertenezco al grupo de investigación de enfermedades emergentes y transfronterizas que lo formamos varios investigadores aportando cada uno su parcela de conocimiento.
Dentro de él, soy la responsable del laboratorio de biología molecular. Nuestras líneas principales son el desarrollo de técnicas de diagnóstico molecular, esencialmente basadas en PCR, y los estudios de caracterización molecular de aquellos patógenos que identificamos como prioritarios. Nuestro objetivo final es aportar conocimiento y herramientas para mejorar la vigilancia y el control de enfermedades infecciosas víricas de máxima relevancia para la sanidad animal y/o la salud pública. En la actualidad, estamos trabajando fundamentalmente en el virus que causa la peste porcina africana, enfermedad para la que nuestro grupo es el laboratorio europeo de referencia y también para la FAO. El 75% de la producción porcina mundial, sobre todo centrada en China, tiene la amenaza de dicho virus falleciendo la mayoría de los animales. Es la prioridad número uno para la Unión Europea, la OIE y todos los organismos internacionales por la epizootia que afecta a gran parte de Europa y Asia desde que entró en Georgia en el año 2007. En España la sufrimos en el siglo pasado durante 35 años y se está muy alerta para que esto no vuelva a ocurrir. Es un virus muy complejo para el que no existe vacuna, una prioridad en la que estamos trabajando dentro de un proyecto europeo liderado desde la Universidad Complutense de Madrid. Nuestra aportación principal está dirigida a estudios de genómica y transcriptómica. También al desarrollo de metodologías moleculares DIVA, que son técnicas de PCR que nos permitirán identificar de formal diferencial los animales vacunados e infectados. La otra línea que manejamos son las enfermedades zoonóticas producidas por virus transmitidos por vectores artrópodos (mosquitos y garrapatas), y especialmente el virus West Nile que, como comentaba anteriormente, afectó a la población de varias localidades de Andalucía el verano pasado, y otros flavivirus relacionados con él. Llevamos años trabajando en la caracterización de este virus y cómo se dispersa en nuestro país a la vez que mejoramos las técnicas de diagnóstico según evoluciona el virus y el escenario epidemiológico.
No analizamos una enfermedad porque sí, no tenemos un análisis rutinario. Lo que hacemos es investigación. Por tanto depende. Trabajamos con patógenos emergentes y de alto riesgo para nuestros sectores ganaderos, valorando aquellos que tienen más relevancia. La situación epidemiológica es cambiante y vamos dirigiendo nuestro trabajo según la necesidad que detectamos. Como ejemplo puedo mencionar que, gracias a nuestra larga experiencia con el virus West Nile y a la continua colaboración que tenemos con el Laboratorio Central de Veterinaria, laboratorio de referencia del Ministerio de Agricultura, realizamos hace unos años el descubrimiento del virus Bagaza en nuestro país, un patógeno emergente que prácticamente no se conocía, pero que está muy relacionado con el virus West Nile, y que afectó a especies cinegéticas en Andalucía. Este hecho puntual es uno más de los que nos indican que puede haber mucho más de lo que realmente vemos y que reforzar la vigilancia es fundamental para protegernos. No hay que olvidar el impacto del Cambio Climático, pues es innegable que ciertos vectores contenidos en África están ya alcanzando a España y a Europa. Se trata de una situación global y la clave está en trabajar bajo el concepto One Health, uniendo esfuerzos y conocimientos de los componentes humano, animal y ambiental. Más que una enfermedad concreta, deberíamos estudiar qué virus potencialmente patógenos circulan a nivel silvestre, sobre todo por movimientos de aves migratorias y por el intenso comercio español, porque se pueden extender y afectarnos sin tener herramientas para detectarlos y controlarlos. Son muchas las circunstancias que nos exponen a patógenos conocidos y desconocidos. En este sentido, hemos participado recientemente en un proyecto europeo, coordinado desde Dinamarca, donde se desarrolló y validó un sistema de microarray para, conteniendo sondas de captura, detectar hasta 3.500 especies virales que producen patologías tanto en animales como en personas. Una herramienta que puede ser de gran utilidad para la identificación del patógeno causante de una enfermedad infecciosa de origen desconocido. Ahora continuamos con un segundo proyecto europeo desarrollando un dispositivo diagnóstico de primera línea que no sólo nos diga de qué virus se trata, sino que también nos detalle sus características y tipología genéticas, uniendo metagenómica con análisis bioinformáticos muy avanzados pero sencillos de usar e interpretar por el usuario final.
Los coronavirus son virus muy diversos y algunos de ellos causan patologías estacionales. Además no afectan sólo al ser humano, sino mayoritariamente a un gran rango de especies animales, incluyendo aves y mamíferos. Entre ellos, los murciélagos, gatos, perros, cerdos o camellos. Y son los animales el origen de la mayoría de las enfermedades infecciosas nuevas que surgen en el ser humano. Son las zoonosis. En este caso se ha dado por la capacidad que tienen los virus de adaptarse y de mutar de forma aleatoria. Mutan al azar al infectar y replicarse en una célula y su estructura simple les permite variar con cierta facilidad. El virus de la gripe es un buen ejemplo de capacidad de mutación y de recombinación muy altas. Al introducirse errores en su genoma, los virus de la gripe no son capaces de corregirlos por ellos mismos, se van acumulando y por eso surgen tantas variantes. Aunque también tienen un genoma ARN, los coronavirus tienen una capacidad de mutación y recombinación más bajas que los virus gripales. La Covid-19 se ha convertido en una pandemia porque se han dado las condiciones idóneas para que, mediante estos mecanismos, surgiera un coronavirus nuevo, el SARS-CoV-2, muy posiblemente con origen en murciélagos y con paso por un hospedador intermediario hasta alcanzar al ser humano, en el que ha encontrado al hospedador perfecto, con una eficiente capacidad de infección y transmisión de persona a persona. Hay tal cantidad de virus circulando y replicándose que con el tiempo surgen las variantes. Forma parte de su idiosincrasia. Pero al virus no le interesa matar a su hospedador, sino seguir replicándose. Las variantes se van manteniendo según el beneficio mayor que suponen para seguir existiendo.
Sí, claro que es posible. En la actualidad no, pero podría ocurrir en el futuro. Siempre hemos puesto el ojo en los virus de la gripe aviar y últimamente se habla bastante en los medios de su situación en China, donde sin duda tiene proyección, dada la producción, comercio y consumo de todo tipo de animales. Y además las condiciones sanitarias no son las mejores y ello supone un caldo de cultivo para que los virus que existen en animales salten a humanos. En el caso de la gripe aviar existe desde hace años GISAID, una plataforma internacional que permite compartir información científica en tiempo real y alertar sobre los virus gripales. Este recurso se puso a disposición de la comunidad investigadora en cuanto surgió el SARS-CoV-2 y se secuenció el primer genoma. Esto es lo que sabemos, pero pueden surgir con el tiempo otro tipo de virus similares o no, que conocemos poco o que incluso no conocemos. Es como un iceberg. De la inmensa diversidad de virus que existen, sólo conocemos los que en un momento determinado producen enfermedad, nos ponen en alerta, vemos la punta del iceberg, lo que sobresale, pero no conocemos, no vemos la gran cantidad que hay debajo. Gracias al inmenso avance de las tecnologías de secuenciación masiva, este reto es cada vez más factible y hay proyectos de gran envergadura dirigidos a estudiar el microbioma de distintos nichos ecológicos y especies animales.
Siempre hace falta más presupuesto. Las inversiones son limitadas y las herramientas moleculares son muy caras. Si queremos una buena investigación, tanto en el campo vírico como en otros, necesitamos realizar estudios de genómica, transcriptómica y proteómica. Todas ellas son caras y complejas pero nos dan información muy valiosa. Podemos por ejemplo secuenciar cientos de miles de genomas con gran rapidez. Los límites de presupuesto que tenemos nos conducen a externalizar y tener que acudir a concursos públicos lo que ralentiza y limita mucho los trabajos que podemos abordar. Hay que sumar la contratación de personal, que también afecta mucho porque es muy lenta. Además, mayoritariamente contamos con personal contratado a cargo de los proyectos de investigación, lo que finalmente da inestabilidad al grupo. Un último problema que ha sobrevenido con la pandemia es la necesidad de conseguir material básico de laboratorio debido a la enorme demanda a nivel mundial.
Me parece una plataforma fantástica. No la conocía y tras investigarla creo que la voy a usar. Me parecen muy interesantes los apartados de secuenciación masiva y también de análisis bioinformático. El hecho de que se pueda externalizar es muy efectivo.
Me encantaría leer que ya tenemos una vacuna comercial frente a la peste porcina africana. Es un virus muy complejo y todavía no lo hemos conseguido. También es importante lograr la erradicación de la peste de pequeños rumiantes. Ambas son enfermedades que tienen un impacto muy negativo no sólo para la sanidad animal, sino también en la salud de las personas, al ser las especies afectadas por ellas una fuente de alimento esencial en un gran número de países. Además de estas informaciones la gran noticia sería por supuesto que hayamos conseguido erradicar la Covid-19.
Samuel RIAD periodista en Testgeneticos.es
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